Jiro Taniguchi (1947-2017): el adiós del poeta del manga

Jiro taniguchi (1947-2017)


No estamos habituados a escribir obituarios en esta página, pero siempre hay excepciones. El fin de semana pasado nos sorprendió la triste noticia del fallecimiento de un autor muy querido y apreciado por nosotros mismos y por buena parte de la clientela de la librería: el japonés Jiro Taniguchi. Desde aquí queremos rendir un pequeño homenaje a este grandísimo narrador y a su obra, llena de títulos inolvidables.

Como bien cuenta en su título más autobiográfico, Un zoo en invierno, Taniguchi, que había nacido en la prefectura de Tottori en el año 1947, se trasladó a Tokyo a finales de los años sesenta con la firme intención de convertirse en mangaka. Fascinado por la obra de Yoshihiro Tatsumi y el gekiga (un género de manga aparecido en los años cincuenta que buscaba una mayor madurez estética y temática en sus historias), comienza a trabajar como ayudante de varios autores, puliendo su estilo, mostrando una de sus pasiones, que es el dibujo de animales, y realizando numerosos títulos en colaboración con el guionista Natsuo Sekikawa.

Jiro taniguchi (1947-2017)

Fruto de este tándem llega, a finales de la década de los ochenta una obra clave en su carrera: la publicación del primer tomo de La época de Botchan, una serie que tardarán diez años en terminar y en la que realizan un minucioso retrato de la Era Meiji (1868-1912), una de las etapas más importantes en la historia del país del sol naciente que les valdría el reconocimiento del público y de la crítica.

También en los años ochenta ocurre algo que marcará profundamente su obra: el descubrimiento de la bd europea, en aquellos tiempos muy lejos del manga en cuanto al tratamiento de las historias, al dibujo e incluso a la edición de los títulos. Todo un mundo nuevo que le sirvió de inspiración y estímulo para, de manera paralela a la realización de Botchan y casi siempre en solitario, irse especializando en obras menos extensas donde desarrolla su parte más intimista y evocadora.

Jiro taniguchi (1947-2017)

De esta manera, a lo largo de los años noventa, van apareciendo obras como El caminante, El olmo del Cáucaso o Tierra de sueños, y también dos títulos que están entre nuestros preferidos y en los que reflexiona sobre el paso del tiempo y la necesidad de aceptar el pasado para vivir el presente: El almanaque de mi padre y Barrio lejano, dos auténticas joyas que además lo introdujeron por la puerta grande en Francia, hasta el punto de convertirse en uno de los máximos representantes de la nouvelle manga (un movimiento que mezcla las características propias de la bd europea con el manga japonés).

Demostró también una gran versatilidad, algo que podemos ver en títulos tan intensos como el thriller El rastreador, el atípico género negro de El sabueso o el western con samurais Sky Hawk. En la serie La cumbre de los dioses mostraba su pasión por el alpinismo y la naturaleza, algo tangible también en Seton, la biografía gráfica del célebre naturalista. Lo podemos considerar también como un cronista del Japón contemporáneo y de sus costumbres, incluso cuando habla de gastronomía como en El gourmet solitario (y su secuela Paseos de un gourmet solitario), o viaja a comienzos del siglo XX en la biografía de Tomoji Uchida. En definitiva, un autor que trató temas muy diversos pero siempre con una visión muy personal, muy poética, y con acertadas reflexiones sobre la vida y la muerte, la naturaleza, la soledad o el amor.

Jiro taniguchi (1947-2017)

El trazo limpio y nítido de su dibujo, la claridad en la composición de las páginas y, sobre todo, la sensibilidad y el cariño que ponía en sus historias y en sus personajes, hacen que guardemos su recuerdo, y el de la lectura de sus obras, en un lugar importante de nuestros corazones. Esto no es algo que pase a menudo, pero de vez en cuando hay autores, pocos, muy pocos, con los que establecemos un lazo especial, una conexión casi afectiva que va más allá de la relación entre creador y lector. Como si sumergirse en sus páginas fuese algo semejante a entra en casa de un amigo.

Y por esto mismo cuesta tanto decirle adiós. Preferimos agradecerle todo su trabajo y delicadeza con un hasta luego, maestro Taniguchi, seguirás estando entre nosotros en tus libros.