Groenlandia-Manhattan, de Chloé Cruchaudet: esquimales encadenados a la gran manzana

Groenlandia-Manhattan


Chloé Cruchaudet es una gran investigadora que con la ayuda de realizadores de documentales y otros investigadores ha creado una obra extraordinaria y desgarradora a la vez: Groenlandia-Manhattan. Publicada por Norma Editorial dentro de su colección "Nómadas", recibió el gran premio Goscinny en 2008.

Es una historia basada en hechos reales que nos cuenta cómo la incursión de los blancos en tierras árticas no tenía sólo como fin ser los primeros en pisar latitudes lejanas, sino también en traerse de esos lugares objetos y personas que resultaban cuanto menos exóticas, sin tener en cuenta sentimientos y tradiciones que producían un desarraigo profundo en los innuit, la comunidada más septentrional del mundo.

En 1987, en Estados Unidos, el comandante Robert Peary intenta una vez más llegar al Polo Norte y en esa ocasión se trae consigo a cinco esquimales. Es esta una historia de ideología colonial y racista legitimada por la política y la ciencia.

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Los protagonistas, nuestros cinco esquimales, se encuentran, sin saber muy bien cómo, en Nueva York. Se observa una actitud de superioridad, indiferencia y falta de escrúpulos hacia ellos por parte de los americanos que la autora sabe hacernos llegar muy bien, al igual que la soledad y la tristeza que debieron sentir estos hombres lejos de sus mil y un blancos.

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Encerrados en unos cuartuchos en los que encontrarán la muerte, después de recibir lo único que los americanos les regalaron, es decir, virus y bacterias para las que no tenían defensa alguna. Estos hombre fuertes e inteligentes, capaces de sobrevivir en un clima extremo, encuentran su final en las enfermedades transmitidas por los blancos.

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En el caso de nuestro protagonista, Minik, cuando llega a América es sólo un niño y aunque consigue sobrevivir y volver a sus tierras, al llegar allí se dará cuenta de que ya no forma parte de su pueblo, con lo cual está totalmente desubicado, sin olvidar que su familia, que lo había acompañado en su viaje inicial, ha fallecido y sus cuerpos no descansan como manda la tradición de los Qannaq, sino que se exponen en museos como si de objetos se tratase.

En fin, creo que toda esta realidad que ahora nos parece tan lejana es cuanto menos surrealista y gracias a las presiones de las autoridades groenlandesas se han podido recuperar numerosos cuerpos que por fin han vuelto a casa.


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Chloé Cruchaudet

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